viernes, 21 de noviembre de 2008

El fino Ramiro


... Ay dios mío, y ahora qué invento? Qué nombre pongo... Ya sé... Me debo cuidar… Qué inteligente que eres Ramiro... Que inteligente.


Nombres: José Ramiro
Apellidos: Castro Prado
Ocupación: Actor
Domicilio: Hollywood-California-United States of America.
...

-Oiga, no se haga el gracioso, deje de escribir sonseras, esto es serio. Cómo que Hollywood, lo encontramos en el sanjón, calato.
- Óigame usted a mi, que me hayan encontrado en el sanjón comiendo tallarines, justo bajo ese puente, a mitad de una conversación, no es indicador de nada. Justo pasaba por ahí, me invitaron a comer. Soy actor: el galán, se nota, mire el perfil.
- Ah, ya veo… Es loco usted.
- Loco? No señor, no lo podría afirmar. Quién soy yo para definir la locura. Quién soy yo para determinar, para juzgar a quien perdió la razón. Por lo menos ahora no puedo, no sin antes conocer los motivos. Ni que estuviera despertando a la gente, fastidiando porque si.
- Los motivos? Despertando? Qué motivos oiga, estaba asustando a los perros del puente, ladrándoles. Qué más motivos quiere?
- Ladrándoles dice… se nota que usted no habla en canés, se nota que usted no reconoce una conversación profunda y sincera- no le hagas caso Rubén- mirando a su bolsa llena de trapos y periódicos- no le hagas caso que no sabe lo que habla, es de los locos, lo reconocí a simple vista.
- Lo que me faltaba: loco, charlatán e idiota. A ver señor… -mirando el registro de nombres- José, si usted no está mentalmente desequilibrado, que hacía bajo ese puente, a esas horas.
- Lo que yo haga o deje de hacer, no es de su incumbencia. Así que: o me deja salir, o me pongo como usted, loco- No Rubén, no podemos hacer eso, no de nuevo, no me lo pidas por favor, estoy cansado, ya no más…-
- Me parece o le está hablando a la bolsa?
-No por favor, no me hagas hacerlo, ya no quiero… (Metiendo la mano en su bolsa)
- Oiga, que tiene ahí, saque la mano. Cuidado, no, no…


Mi nombre es Ramiro, Ramiro José Castro Prado y si, soy desde hace 29 segundos, y contando, prófugo de la justicia. De nuevo. Espero disculpen la mentira, la omisión de la verdad, espero me comprendan. Tuve que hacerlo, no lo podía evitar. Tenía que cambiar mi nombre al momento de registrarme. No iba a ser tan inconciente de poner mi nombre verdadero en los registros de una comisaría.
No lo haría, no conociendo a Rubén, no sabiendo la posibilidad latente de que ocurra lo que ocurrió. No lo haría, ni que estuviera loco. No, ni loco.
A veces cambio mi nombre por otras circunstancias, a veces me presento como Ramiro José Castro y Prado. No sé, pero creo que le da un toque de caché. Un toque refinado. El prestigio y la clase vienen, según dicen, en forma de consonante, en forma de Y.

No es la primera vez que me sucede, no creo que sea la última. Ay dios mío, cómo me gustaría que lo fuera. Ya no puedo más con esto, no lo podría resistir una vez más.
No, ni una vez más. No me gusta correr, no así, no a las apuradas.

Tengo 48 años, dos hijos, cero esposas, un perro que se me perdió anteayer, dos piernas flacas, una cara larga con pelos, una bolsa que me pide cosas feas y si, una pistola de verdad, de las que hacen bulla, de las que desmayan para siempre.

Rubén es mi amigo. Es mi amigo y mi bolsa. Me acompaña. Cuando me acompaña, yo lo quiero.
A veces, cuando hace mucho sol, cuando hace mucha hambre o cuando me hacen muchas preguntas, Rubén me pide cosas. Me pide cosas feas. Me pide que saque mi pistola. Me pide que la saque y que desmaye a la gente. Que los desmaye para siempre. Cuando me pide cosas, yo no lo quiero.

No entiendo cual es el problema con la gente, hay mucho loco en la calle. La ciudad no es la misma de antes, hay que cuidarse. Si, cuidarse de los locos, de los locos de la calle. Antes, uno podía andar tranquilo, sin preocupaciones, sin miedo a encontrarse con uno de ellos. Antes podía dormir relajado, podía recostarme en las bancas, bajo el puente, en las calles, mis calles. Los locos son malos, no me dejan dormir. Yo sólo quiero dormir.

Los reconozco, los reconozco desde lejos, no crean que no. Soy muy listo. Andan en parejas, con sus cascos y macanas. A las macanas las conozco, a los cascos no. Las macanas duelen, duelen cuando te las avientan en la cabeza. Los cascos no los avientan. Creo q no sirven.

Los locos son mentirosos, malos. Se acercan silenciosos, precavidos, preparados.

- Amigazo, acá no puede descansar, es la vía pública.
- Este… si señor, pero se equivoca. No es la vía pública, es mi cama, sólo que mi esposa está limpiando la casa y tuve que sacarla al parque.
- Señor, o se para de la banca, o viene con nosotros.

...Es en estos momentos cuando todo se pone confuso. Lo único que hago es invitarles tierra. Cómo les tengo un justificado miedo, no se las puedo dar en la mano, así que se las lanzo. Ellos, aparente e injustamente confundidos, optan por devolverme el saludo, sólo que, como no tienen tierra a la mano, me lanzan las macanas a la cabeza. A la cabeza o a la cara. Nunca al cuerpo, siempre a la cara. Es en esos momentos, luego de recibir el saludo, que me despierto en el asiento de atrás de un patrullero. Listo para ir a la comisaría. Una vez más.

Es ahí, justo ahí, cuando empieza todo de nuevo.

... Ay dios mío, y ahora qué invento? Qué nombre pongo...
Hoy, me siento fino. No soy cualquiera, soy Ramiro, Ramiro José Castro y Prado, soy Ramiro. El fino Ramiro.

4 comentarios:

P dijo...

me gustó ! de verdad, me gustó. me dio pena también, pero me gustó flawi !

Luciano dijo...

Gracias flawercin, esa era la idea. Que guste. Que penita q t dió pena.. Pero si, pobre Ramiro.. su historia es triste. Un besote.
LVR

Anónimo dijo...

...Pobre Ramiro. Pobre Luciano... Luciano, estas loco?

Muy bueno brother!

Gustavo dijo...

Hola!

Soy de Buenos Aires, Argentina.

Encontre tu blog en la web, muy interesante.

De mas esta decir que pasare seguido!

Puedes pasarte por mi blog y leer si te interesa!

Abrazos!