viernes, 19 de diciembre de 2008

Melón y Melame


Melón y Melame fueron a jugar golf, Melón llevo los palos y Melame las pelotas. Esa, fue la primera vez que escuche de tan maravillosos hermanos; maravillosos y gemelos: doblemente maravillosos.

Siempre fueron más amigos que hermanos, más unidos que pegados. Seguramente han escuchado aquellos mitos que dicen “(…) si uno de ellos se golpea, al otro le duele.” O, la también exagerada, “Si yo me asusto, el que tiembla eres tú”… la realidad, como en casi todas las situaciones, es un poco menos inspiradora, un poco menos emocionante y un poco más dura. La verdad, con estos gemelos, es que si uno se golpeaba y lloraba desconsolado, el otro lloraba no porque sentía dolor; sino, por la impotencia de ver a su hermano, su compañero, adolorido y no poder hacer nada para remediarlo. Lloraba porque esperaba, rezaba, que Diosito en toda su misericordia, le quite un poco de dolor a uno y se lo de al otro… sabían que juntos lo iban a poder superar o, por lo menos, sobrellevar.

Melón y Melame nacieron en el vientre de una familia de "esas". De esas que los libros cuentan, de esas que las películas enseñan; de esas que todos envidian. Sus padres fueron (y, según cuenta la leyenda, siguen siendo) los mejores ejemplos a seguir; son la honestidad, son la bondad, son el amor y la comprensión hechos pareja. No había noche en que alguno de los heroicos gemelos deje de pedir ser, en un futuro, aunque sea la mitad de lo que sus padres habían sido con ellos... sabían, por experiencia y conocimiento de causa, que esa mitad sería suficiente como para hacer a cualquier hijo el más feliz de todos.

Ahora, es el turno de la princesa, su reina. Tienen una hermana y no, no es una hermana cualquiera. Es la hermana mayor, es la razón por la que Melón y Melame nacieron hombres, es la razón por la que ellos saben comportarse, es la razón por la que ellos son como son. Es la que alumbra sus ojos, la que lleva el compás de sus corazones, la que hace que tengan que hacer muecas para dejar de sonreir Si, ellos se mueren por ella; ellos se mueren sin ella.

La familia no termina ahí, noooo no no no señores, falta mencionar al monstruo, a la bestia. Es el hibrído resultante de la noche de copas (y sus excesos) de un oso polar, un tigre de bengala sanguinario y el mismismo chupacabras. Tiene nombre de humano para aparentar ser un animalito civilizado; sin embargo, todos sabemos que sus ronquidos al dormir, cual paquete desmaterializado, son fingidos. Todos sabemos que cuando se hace un lado, amorosamente, no es para compartir su comida contigo; sino, para agarrarte desprevenido. Todos sabemos que cuando se echa a tu costado, pancita arriba, es porque quiere que lo quieras tanto como el te quiere a ti. Así como también,todos sabemos que por más que este triste, adolorido o malhumorado, no hay día en que no venga y te arme una fiesta a tu llegada; por si las moscas tu estes más triste, y no sienta que te venció con ventaja.

Aunque... derepente, no sabemos nada. Derepente no es el monstruo que dicen que es; derepente, es bueno; derepente, su amor no es falso; derepente es la bestia perfecta, el complemento familiar.

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