Imaginemos, por un momento, que regresamos al colegio. A un colegio nuevo, para hacerlo más interesante.
Chicos nuevos, chicas nuevas, amigos nuevos, amigas nuevas. Algunos, con el paso de los años, perduran. Permanecen intocables en la memoria y corazón. Otros, un poco antes que después desaparecen, sin pena ni gloria, sin hacerse extrañar ni dejar extrañarse.
Imaginemos, por un momento, que te engañan. Que se presentan con la bandera blanca de la paz utilizándola de pañuelo. Con los dientes, un poco más amarillos que blancos, ofreciendo amistad, prometiendo lealtad. Amistad que a los 16 años, no puede más que ser real y sincera. A fin de cuentas, a esa edad, que beneficio se puede sacar de uno más que la compañía?
Y se hacen amiguitos. Y se hacen inseparables. Y juegan futbol y juegan rugby. Y se piden consejos y se ofrecen ayuda. Y te apuñala por la espalda. Y te miente y utiliza. Y te ciegas y no lo crees. Y te quiere hacer creer que la culpa es tuya, que la traición la firmaste tu, que la amistad fue tu táctica, tu estilo de juego, una sucia estrategia. Y bueno, casi te creo. Y me di cuenta que lo único sucio que hice, que hicimos, fue creerte, fue confiar en ti e invitarte a nuestra casa. Y que lo sucio fuiste tú, que lo sucio eres tú. Y que te haces llamar Elkann, y haces bien, porque no eres más que eso. Un can, un sucio, tramposo, desleal y rastrero perro.